El CVS reconoce sus propias raíces en las peticiones de oración y penitencia hechas por la Santísima Virgen en Lourdes y Fátima, por la reparación de los muchos pecados que ofenden al Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María; por la conversión de los pecadores; por el Papa, por los sacerdotes y su ministerio, para obtener la paz.

Los integrantes del CVS viven su propia vocación bautismal y su misión apostólica en comunión con Cristo crucificado y resucitado, acogiendo la presencia especial de María en la vida de la Iglesia (Jn 19.25-27), consagrándose a la «santa Madre» que forma a los verdaderos apóstoles de Cristo.

Tal conciencia de los propios compromisos bautismales exige una adhesión plena de la voluntad, para una aceptación valiente de la propia vida, sin resignarse al mal y a la debilidad, sin huir ni ocultar la propia situación de sufrimiento; creciendo en la bondad y erradicando el mal de uno mismo. En esa unión con Cristo, la persona que sufre recibe no sólo la salvación, el sentido, la esperanza y el consuelo para la propia vida, sino también la llamada a un compromiso apostólico, en el anuncio del Evangelio a los hermanos.

El Misterio Pascual abre a la persona que sufre la profundidad de la comunión con Cristo crucificado y resucitado, como única y exhaustiva propuesta en plenitud de vida.

El servicio a la persona que sufre que propone el CVS consiste en anunciar con María la salvación, en fidelidad a la historia de cada hombre. En esta respuesta a la propia vocación bautismal convergen las diferentes experiencias de todos los que se unen a la asociación, personas con y sin discapacidad, en el servicio de un intercambio recíproco de dones. En efecto, cada miembro reconoce y comparte la plenitud de sentido y de valor de su propia existencia, en cada momento y manifestación, de fuerza o de debilidad, de serenidad o de sufrimiento, expresando la alegría única de las Bienaventuranzas evangélicas.

La metodología pastoral del CVS realiza aquella «presencia que acompaña» y conduce a la salvación, característica del pasaje evangélico sobre los discípulos de Emaús (Lc 24,13-35), que el fundador el Beato Luis Novarese expresó como una misión especial de las personas que sufren: l’ammalato per mezzo dell’ ammalato con l’aiuto del fratello sano”, «el enfermo a través del enfermo con la ayuda del hermano sano».

El mensaje mariano de Lourdes y Fátima ofrece una reinterpretación original de dicha presencia como estilo pastoral y criterio de acción apostólica. En efecto, la Virgen Inmaculada se ha hecho presente en la historia humana en la fidelidad al camino de las personas y en el impulso para superar las dificultades, del sentimiento de derrota y de frustración.

El soporte fundamental de esta presencia evangelizadora, lugar de formación y promoción integral, es el Grupo al que pertenece cada miembro y que trabaja para apoyar «la actividad promocional en plan total que es la inclusión activa en la Iglesia, la familia y la sociedad».

El CVS, en línea con el Vaticano II, realiza el apostolado: a nivel individual: con la palabra y el testimonio de vida en la conciencia de la propia responsabilidad profética, sacerdotal y real; a nivel de Grupo: animando a los Voluntarios del Sufrimiento y a los Hermanos y Hermanas de los enfermos, a apoyarse mutuamente y a difundir el mensaje entre todas las personas que sufren con la dinámica de grupo; a nivel de Iglesia local: favoreciendo la inserción del individuo y del Grupo en el dinamismo de la pastoral.