El CVS nació ante todo como respuesta concreta al drama del sufrimiento humano que frecuentemente lleva al hombre a alejarse de su Creador. En el sufrimiento ofrecido por la persona enferma y en condición de discapacidad se reconoce una participación al misterio pascual de Cristo que lo hace apóstol y, por tanto, en primicia y profecía para la valorización de toda forma de sufrimiento presente en la vida del hombre. Todo esto con espíritu de profunda adhesión a las peticiones de oración y penitencia características de la espiritualidad mariana de Lourdes y Fátima.
La respuesta del CVS a las peticiones de María encuentra su ejemplificación evangélica en el Calvario, al pie de la cruz de Jesús, donde el evangelista Juan describe la presencia de la Madre y del discípulo amado. Del mismo modo, el Voluntario del Sufrimiento quiere permanecer, junto a María, bajo la cruz de cada persona que sufre, como una presencia concreta y solidaria, que comprende y que acompaña.
Al pie de la cruz, el apostolado del CVS reconoce así su propia identidad, mirando al mundo del sufrimiento como la «tierra» de la propia misión y proponiendo a cada hombre una opción de vida abierta a la salvación.
En la acción pastoral y social del CVS en favor de la persona que sufre, la persona en situación de discapacidad se sitúa en primer plano como presencia activa y al mismo tiempo creíble. Pero la acción del CVS ve involucrados en el mismo ideal a todas las personas a compartir una misma espiritualidad.
Una sección del CVS es la Liga Sacerdotal Mariana (LSM) a la que pertenecen sacerdotes y diáconos.
CVS es organizado a nivel diocesano y viene reconocido por el obispo local, que aprueba el estatutos, y reconoce la Junta diocesana elegida por la asamblea y asigna a un sacerdote como asistente diocesano.
Estatutos del CVS (estatutos)